BIENVENIDOS

Publicado por Iveth Hernández, Alonso Martínez y Douglas Nieto



¡Bienvenidos Hermanos y Amigos! Es una bendición muy grande po
der compartir con ustedes un pedacito de nuestra Iglesia, con la apertura de nuestro Blog. Queremos llegar con el mensaje de la palabra y de las buenas nuevas de la salvación. Por lo tanto, ¡BIENVENIDOS AL BLOG DE LA PRIMERA IGLESIA BAUTISTA EBEN-EZER DE APOPA


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                                   EDITORIAL SEMANAL


                   UNA OBRA NOTABLE  -  Hechos 3:1-10


El día se consideraba que empezaba a las 6 de la mañana y terminaba a las 6 de la tarde. La hora tercia eran las 9 de la mañana; la sexta, mediodía, y la novena, las 3 de la tarde; y estas eran las tres horas especiales de oración para los devotos judíos.
Ellos comprendían que la oración es eficaz a cualquier hora; pero consideraban que era doblemente preciosa cuando se hacía en el Templo.

En esta ocasión, era la hora de la oración, y Pedro y Juan iban al Templo como otros muchos. Ahora tenían una fe nueva, pero no la usaban como disculpa para dejar su devoción. Eran conscientes de que la nueva fe y la antigua disciplina podían y debían estar en armonía.  En Oriente era costumbre que los mendigos se pusieran a pedir limosna a la entrada de los templos. Tales lugares se consideraban idóneos, lo mismo que ahora; porque, cuando la gente va a dar culto a Dios, está más dispuesta a ser generosa con sus semejantes desvalidos.
Este incidente nos coloca cara a cara con la cuestión de los milagros en la era apostólica. Hay algunas cosas que conviene decir acerca de ellos:
(i) Esos milagros fueron reales. El Sanedrín sabía muy bien que tenía que aceptar el milagro, porque no podía negarlo. Los enemigos del Cristianismo habrían sido los primeros en exponer la falsedad de los milagros si ese hubiera sido el caso; pero ni lo intentaron.

(ii) ¿Por qué dejaron de producirse? Posiblemente por: (a) Hubo un tiempo en que los milagros eran necesarios. Eran por así decirlo, la garantía de la verdad y del poder del Evangelio. (b) En aquel tiempo se daban dos circunstancias especiales: la primera, que había hombres apostólicos vivos que habían tenido una relación personal irrepetible con Jesucristo; y la segunda, que existía una atmósfera de expectación en la que la gente estaba dispuesta a creer en lo imposible, y esa fe se extendía como una inundación. Estas dos circunstancias unidas tuvieron efectos absolutamente únicos.

(iii) ¿Han dejado realmente de producirse? Es un hecho universal que Dios no hace por los hombres lo que éstos pueden hacer por sí mismos. Cierto médico dijo: «Yo pongo la venda, pero Dios es el que sana las heridas.»

“Habrán milagros por todas partes y en todo tiempo, si hay creyentes  llenos de fe”.